Lecturas del Convenio Unido para el Martes, 1 de Octubre, 2024

Giliana Kudsha

Luz de Luz

No pertenezco a ninguna religión en particular. No soy Hindú, ni Budista ni Judío. No soy Zoroástrico ni Maniqueo. No soy Cristiano ni Musulmán. Yo soy del Padre y es Él quien me ha enviado al mundo para dar luz en un solo convenio en vuestra era. Soy luz de luz. Sirvo a todos los que desean recibir la luz de Dios, porque El que me envió a vuestro mundo es la Fuente de la luz.

Tengo conocimiento de todo lo bueno que hay en varias religiones. Además, soy consciente de lo malvado que existe en la mayoría de las religiones de vuestro mundo. No le digo a nadie que se aparte de su religión a menos que sea de un origen malvado o si esa religión se ha vuelto amarga con el tiempo; os digo que sigáis adorando lo que sabéis, si es verdadero y si es benévolo. Si ayuda a elevaros a vosotros y a otros a los pies de Dios, entonces seguid. Sin embargo, si no es benévolo y no os acerca al Dios Todopoderoso, debéis abandonarlo. Dios es luz; Dios es verdadero; Dios es Rey. Adorad al único Dios y sed bendecidos en esta vida y en la próxima.

En el Convenio Unido, el Padre de la Grandeza me ha designado para escudriñar las antiguas religiones que alguna vez contuvieron la luz y para daros lo que es verdadero y para proveeros revelación desde Su trono, con respecto a las diferentes culturas y las diversidades entre la humanidad. En este convenio, toda la verdad se reúne en un solo prisma, que brilla luz por todo vuestro mundo. Todas las falsedades deben ser eliminadas y quemadas, porque la oscuridad y la luz no pueden coexistir.

Hemos llamado a un pueblo especial para que lleve el Nombre del Creador Eterno. Son Su propio pueblo; son Su Remanente. Adoran de acuerdo con las instrucciones dadas a ellos mediante Sus Mensajeros. Otros en el mundo no reciben tal instrucción. Bienaventurados los que han sido llamados al redil del Pastor.

Enseñanzas de la Luz Capítulo 77:

El Alma

1 El alma anhela naturalmente por la Luz de Dios y por estar unida con el Espíritu Viviente en todo momento.

2 La adoración de y oración al Único Dios, es el estado natural del alma.

3 El viento siempre es invisible, pero lo sentís en vuestra cara; de la misma manera, Dios, aunque no es visible físicamente, siempre está presente y se le puede sentir dentro de vuestra alma.

4 Para que el alma entre en unión perfecta conmigo, uno debe practicar las Doce Virtudes con un corazón sincero y con manos honestas.

5 La mayoría de las almas que están en la tierra en este momento ya han sido marcadas como justas o malvadas.

6 Las almas malvadas experimentan la aniquilación de la conciencia y son destruidas finalmente, si no se arrepienten después de haber sido provistas con la oportunidad de hacerlo.

7 En cuanto a las almas consideradas malvadas, hay algunas almas que el Padre sabe que tienen el potencial de la redención – a tales se les ofrece la oportunidad de obtener la iluminación y la perfección.

8 Todas las almas tienen la oportunidad de re-educación – es decir, aquellas a las que aún no se les ha proporcionado la educación adecuada.

9 [En respuesta a la pregunta: ¿A aquellas almas que están marcadas como malvadas, como esas almas que una vez estuvieron en el vacío, que no habían sido cosechadas de un mundo anterior, se les permite en algún momento empezar de nuevo?] Esto depende de la situación del alma en sí. A algunas se les ofrece curación, re-educación, mientras que otras caminan, por su propia elección, hacia el Campo del Vacío, que es la aniquilación.

10 Aquellos que deliberadamente rechazan la Causa de la Creación, la Fuente Divina Suprema, son destruidos junto con su conciencia.

11 Si las almas malvadas rechazan deliberadamente a la Fuente Divina, esas almas son destruidas al igual que la malvada. El Padre, en Su Sabiduría Suprema, es consciente de sus propios pensamientos y es Él quien sabe si tienen el potencial de ser redimidas o no.

 

Libro de la Verdad, La Curación del Paralítico – 148:9.1-4:

148:9.1

El viernes por la tarde del 1 de octubre, cuando Jesús estaba celebrando su última reunión con los apóstoles, evangelistas y otros líderes del campamento en desbande, y con los seis fariseos de Jerusalén sentados en la primera fila de esta asamblea en la espaciosa y agrandada habitación delantera de la casa de Zebedeo, ocurrió uno de los episodios más extraños y singulares de toda la vida de Jesús en la tierra. El Maestro estaba en ese momento hablando de pie en esta gran habitación, que había sido construida para permitir estas reuniones durante la temporada de lluvia. La casa estaba completamente rodeada por una vasta multitud que tendía el oído para escuchar algunas palabras del discurso de Jesús.

148:9.2

Mientras la casa estaba de esta manera llena de gente y completamente rodeada de oyentes ansiosos, fue traído de Capernaum en una pequeña litera por sus amigos, un hombre paralítico desde hacía mucho tiempo. Este paralítico había escuchado que Jesús estaba a punto de irse de Betsaida, y habiendo hablado con Aarón el albañil, que tan recientemente había sido curado, resolvió que le llevaran a la presencia de Jesús, para que pudiera obtener curación. Sus amigos trataron de entrar a la casa de Zebedeo tanto por la puerta de adelante como por la de atrás, pero había demasiada gente. Pero el paralítico no quiso resignarse; pidió a sus amigos que buscaran las escaleras y así subieron al techo de la habitación en la cual Jesús estaba hablando, y después de aflojar las tejas, audazmente bajaron al enfermo con su litera mediante sogas hasta que el afligido se encontró en el piso directamente delante del Maestro. Cuando Jesús vio lo que esta gente había hecho, dejó de hablar, mientras que los que estaban con él en la habitación se maravillaron con la perseverancia de este enfermo y de sus amigos. Dijo el paralítico: «Maestro, no quiero molestarte en tus enseñanzas, pero estoy decidido a sanar. Yo no soy como los que recibieron tu curación e inmediatamente se olvidaron de tus enseñanzas. Yo deseo curarme para poder servir en el reino del cielo». A pesar de que la aflicción de este hombre había sido producida por su propia vida malgastada, Jesús, viendo su fe, le dijo al paralítico: «Hijo, no temas; tus pecados están perdonados. Tu fe te salvará».

148:9.3

Cuando los fariseos de Jerusalén, juntamente con otros escribas y abogados que estaban sentados con ellos, escucharon esta declaración de Jesús, empezaron a decir entre ellos: «¿Cómo se atreve este hombre a hablar de esta manera? ¿Acaso no entiende que estas palabras son blasfemia? ¿Quién puede perdonar un pecado, sino Dios?» Jesús, habiendo percibido en su espíritu que así pensaban ellos y comentaban entre ellos, les habló diciéndoles: «¿Por qué razonáis así en vuestro corazón? ¿Quiénes sois vosotros que os atrevéis a juzgarme? ¿Qué diferencia hay si yo digo a este paralítico, tus pecados están perdonados, o, levántate, levanta tu litera y anda? Pero, para que vosotros que presenciáis todo esto podáis finalmente saber que el Hijo del Hombre tiene autoridad y poder en la tierra para perdonar los pecados, diré a este hombre afligido: Levántate, levanta tu litera, y vete a tu casa». Y cuando Jesús hubo hablado así, el paralítico se levantó, y mientras la multitud se abría para dejarle paso, salió delante de todos ellos. Y los que vieron estas cosas estaban asombrados. Pedro despidió la asamblea, mientras muchos oraban y glorificaban a Dios, confesando que no habían visto nunca antes tan extraños acontecimientos.

148:9.4

Aproximadamente en este momento los mensajeros del sanedrín llegaron para ordenar a los seis espías que retornaran a Jerusalén. Cuando escucharon este mensaje, cayeron en una seria disputa entre ellos; y una vez que hubieron terminado sus discusiones, el líder y dos de sus asociados volvieron con los mensajeros a Jerusalén, mientras que tres de los espías fariseos confesaron su fe en Jesús y, dirigiéndose inmediatamente al lago, fueron bautizados por Pedro y acogidos por los apóstoles como hijos del reino.