Lecturas del Convenio Unido para el Viernes, 11 de Octubre, 2024

Giliana Kudsha

Persecución del Remanente

No temáis, hijos e hijas míos, porque el mundo os perseguirá a cada uno de vosotros. El mundo odia a los que caminan en la luz.

Los ángeles que fueron designados para proteger la tierra se están preparando ahora para partir. Con la ausencia de su presencia en vuestro mundo, el caos de aquellos que odian a los hijos e hijas de la luz aumentará. La maldad aumentará en todos los lugares de la tierra. El número de personas que se niegan a conocer la verdad de la Palabra de Mi Padre aumentará e intentarán derrocar toda forma de práctica justa. Intentarán destruir al Remanente.

No debéis ser como el mundo. No caminéis por sus caminos. No habléis como ellos, porque hablan con la lengua de la mentira. El mundo os odiará porque no seguís su camino.

No temáis, porque yo estoy con los que practican la rectitud. Yo estoy con los que andan en el camino de Mi Padre que se sienta sobre los cielos. Aunque algunos de vosotros podéis morir a manos de los que os odian, otros de vosotros sentiréis el calor del fuego de los perseguidores, pero os aseguro que ninguno de los que pertenecen al Padre se perderán. Seréis puestos a salvo; seréis llevados a vuestro hogar eterno.

Estoy con vosotros. Dios es Rey.

 
Enseñanzas de la Luz Capítulo 87:

La Verdadera No Violencia

1 Si alguien expresa ira hacia vosotros, hablad siempre con palabras amables con él o ella.

2 Si alguien expresa envidia hacia vosotros, no lo envidiéis por vuestra parte.

3 Si alguien expresa odio hacia vosotros, no lo odiéis a ese a cambio.

4 Los insultos y los abusos nunca deben hacer que el devoto paciente vacile incluso en lo más mínimo.

5 Nunca devolváis mal por el mal, sino que devolved compasión incluso a vuestro enemigo.

 

Libro de la Verdad: En Jerusalén – 164:2:

164:2.1

Jesús había asistido a la fiesta de los tabernáculos para proclamar el evangelio a los peregrinos de todas partes del imperio; ahora iba a la fiesta de la consagración con un sólo propósito: el de ofrecer otra oportunidad al sanedrín y a los líderes judíos para que vieran la luz. El acontecimiento principal de estos pocos días en Jerusalén sucedió el viernes por la noche en la casa de Nicodemo. Estaban aquí reunidos unos veinticinco líderes judíos que creían en las enseñanzas de Jesús. En el grupo había catorce hombres que eran en ese momento, o habían sido hasta recientemente, miembros del sanedrín. Esta reunión fue presenciada por Eber, Matadormo y José de Arimatea.

164:2.2

En esta ocasión, los oyentes de Jesús eran hombres eruditos, y tanto ellos como los dos apóstoles se sorprendieron de la amplitud y profundidad de las observaciones que el Maestro hizo ante este grupo distinguido. No había él exhibido tal sabiduría y conocimiento desde los tiempos en que enseñara en Alejandría, en Roma y en las islas del Mediterráneo, ni había mostrado tal comprensión de los asuntos de los hombres, tanto seculares como religiosos.

164:2.3

Cuando la pequeña reunión se disolvió, todos se fueron impresionados por la personalidad del Maestro, encantados con sus maneras desenvueltas, y enamorados del hombre. Habían intentando asesorar a Jesús en relación con su deseo de ganar a los restantes miembros del sanedrín. El Maestro escuchó atentamente, pero en silencio, sus propuestas. Bien sabía que ninguno de los planes de ellos funcionaría. Suponía que la mayoría de los líderes judíos jamás aceptaría el evangelio del reino; sin embargo, les proporcionó otra oportunidad de elección. Pero cuando salió esa noche, con Natanael y Tomás, para alojarse en el Monte de los Olivos, no había decidido qué método utilizar para llevar nuevamente su obra a la atención del sanedrín.

164:2.4

Esa noche, Natanael y Tomás poco durmieron; estaban demasiado impresionados por todo lo que habían escuchado en la casa de Nicodemo. Mucho pensaron sobre la declaración final de Jesús en relación con la oferta de los miembros y ex miembros del sanedrín de acompañarlo ante los setenta. El Maestro dijo: «No, hermanos míos, no serviría para nada. Multiplicaríais vosotros la ira que recaerá sobre vuestra cabeza, pero no mitigaríais en lo más mínimo el odio que ellos me tienen. Id, cada uno de vosotros, cumplid con los asuntos del Padre según os guíe el espíritu, mientras yo llevo nuevamente el reino a la atención de ellos en la forma en que mi Padre me lo indique».