Lecturas del Convenio Unido para el Viernes, 10 de Enero, 2025

Giliana Kudsha

Confiad en el Creador en Todas las Cosas

Diez leones en las tierras salvajes de África no pueden provocar el mismo nivel de carnicería que un hombre puede provocar sobre sus semejantes en una sociedad supuestamente civilizada.

La malvada ha soplado su aliento venenoso dentro de las fosas nasales de sus seguidores y los ha transformado en criaturas malvadas, codiciosas, asesinas y mentirosas. Son hijos e hijas de la bestia.

No hay un área de vuestro mundo que no haya sido tocada de alguna manera por el aliento de la bestia. Causa pánico y miedo en los inocentes y en los que desconocen las promesas del Padre.

Aquellos que niegan la existencia del Creador y aquellos que no tienen fe en Él, temen a la muerte porque no son conscientes del futuro más allá del velo de la muerte.

Los políticos y los hombres codiciosos de vuestro mundo infunden miedo en los corazones de las personas mediante la coacción y la fuerza. Engañan a sus ciudadanos haciéndoles creer que sus gobiernos tienen sus mejores intereses en mente.

Tan pronto como un hombre comienza a confiar en líderes políticos malvados más que en un león salvaje, su corazón pronto se rompe y su confianza es lanzada al viento.

Si vuestra fe es fuerte, no tenéis nada que temer de lo que el hombre pueda hacer. Vuestra fe, si se basa correctamente en la Voz del Creador, os ayudará a superar las peores situaciones imaginables.

Sin importar lo que pueda suceder en el futuro, o lo sombrío que parezca volverse vuestro mundo, mantened vuestra confianza en el Eterno. Observad Sus Mandamientos y caminad en Su Camino y seréis llevados a Su Luz eterna.

Confiad en Jehová.

 

Enseñanzas de la Luz Capítulo 78:

Alimento Espiritual

1 El mundo tiene hambre de alimento espiritual porque los líderes religiosos no tienen la capacidad de alimentar a mis ovejas lo que ellas necesitan.

2 Así como el cuerpo necesita alimento para existir, también el alma necesita alimento espiritual para alcanzar la vida eterna.

3 El Libro Sagrado de la Luz contiene alimento espiritual adecuado para todas las almas.

4 Consumid la enseñanza que os he presentado a lo largo de los siglos. Es alimento espiritual para el alma.

 

El Libro de la Verdad: El Nacimiento de Jesús, La Presentación en el Templo, y Herodes Actúa – 122:8-10; La Muerte de Juan Bautista – 144:9.1-2:

8. El Nacimiento de Jesús

122:8.1

Durante toda esa noche María estaba inquieta, de manera que ninguno de los dos durmió mucho. Al alba los dolores de parto ya se habían evidenciado, y al mediodía del 21 de agosto del año 7 a. de J.C., con la ayuda tierna de otras viajeras, María dio a luz un niño varón. Jesús de Nazaret había nacido en el mundo, se le envolvió en ropas que María había traído por precaución, y se le puso en el pesebre cercano.

122:8.2

Así nació el niño prometido; es decir, de misma manera que todos los niños que antes y desde entonces han llegado al mundo. Y al octavo día de su nacimiento y de acuerdo con la práctica judía, fue circuncidado y se le llamó formalmente Josué (Jesús).

122:8.3

Al día siguiente del nacimiento de Jesús, José fue a registrarse. Se encontró con un hombre con el que ellos habían conversado dos noches antes en Jericó, y éste lo llevó a ver a un amigo rico de él, y éste tenía una habitación en la posada, y dijo que con placer intercambiaría las habitaciones con la pareja de Nazaret. Esa misma tarde se mudaron a la posada, donde permanecieron casi tres semanas hasta que consiguieron hospedaje en la casa de un pariente lejano de José.

122:8.4

El segundo día después del nacimiento de Jesús, María envió un mensaje a Elizabeth diciéndole que había llegado su hijo; Elizabeth respondió invitando a José a ir a Jerusalén para hablar de todos sus asuntos con Zacarías. A la semana siguiente José fue a Jerusalén para encontrarse con Zacarías. Tanto Zacarías como Elizabeth estaban sinceramente convencidos de que Jesús estaba destinado a ser el liberador judío, el Mesías, y que el hijo de ellos, Juan, sería con el tiempo el jefe de sus ayudantes, el hombre de destino y su brazo derecho. Como María compartía esas opiniones, no fue difícil convencer a José de que se quedaran en Belén, la Ciudad de David, para que Jesús eventualmente pudiera llegar a ocupar el trono de Israel como sucesor de David. Por consiguiente, permanecieron más de un año en Belén, dedicándose José a su oficio de carpintero.

122:8.5

Ese mediodía en que naciera Jesús, los serafines de Urantia, reunidos bajo sus directores, verdaderamente cantaron himnos de gloria sobre el pesebre de Belén, pero estos cantos de gloria no fueron detectados por oídos humanos. No hubo pastores ni otras criaturas mortales que vinieran a rendir homenaje al niño de Belén hasta el día de la llegada de ciertos sacerdotes de Ur, que habían sido enviados desde Jerusalén por Zacarías.

122:8.6

A estos sacerdotes provenientes de la Mesopotamia, se les fue contado tiempo atrás por un extraño maestro religioso de su país, que él había tenido un sueño en el cual se le informaba que la «luz de la vida» estaba a punto de aparecer sobre la tierra en forma de niño, en el pueblo judío. Los tres sacerdotes partieron pues en búsqueda de esta «luz de la vida». Después de muchas semanas de búsqueda infructuosa en Jerusalén, estaban por volverse a Ur cuando conocieron a Zacarías, quien les trasmitió su creencia de que Jesús era el objeto de su búsqueda y los envió a Belén, donde encontraron al niño y dejaron ofrendas junto a María, su madre terrenal. El niño tenía casi tres semanas al tiempo de esta visita.

122:8.7

Ninguna estrella guió a estos hombres sabios a Belén. La hermosa leyenda de la estrella de Belén se originó de esta manera: Jesús nació al mediodía del 21 de agosto del año 7 a. de J.C. El 29 de mayo del año 7 a. de J.C. hubo una extraordinaria conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis. Y es un hecho astronómico notable el que conjunciones similares ocurrieran el 29 de septiembre y el 5 de diciembre del mismo año. Sobre la base de estos acontecimientos extraordinarios, pero totalmente naturales, los creyentes bien intencionados de las generaciones sucesivas construyeron la atractiva leyenda de la estrella de Belén y de los Reyes Magos adoradores conducidos por la estrella al pesebre para contemplar y adorar al recién nacido. La mente oriental y del cercano Oriente se deleita en las fábulas, e inventa constantemente bellos mitos sobre la vida de sus dirigentes religiosos y de sus héroes políticos. En la ausencia de la imprenta, cuando la mayor parte del conocimiento humano se trasmitía oralmente de una generación a la otra, era muy fácil que los mitos se tornaran tradiciones y que las tradiciones finalmente se aceptaran como hechos.

9. La Presentación en el Templo

122:9.1

Moisés había enseñado a los judíos que todos los hijos primogénitos pertenecían al Señor, y que, en lugar de su sacrificio tal cual se acostumbraba entre las naciones paganas, ese hijo primogénito podría vivir, siempre y cuando sus padres lo redimieran mediante el pago de cinco siclos a un sacerdote autorizado. También existía una reglamentación mosaica que mandaba que la madre, después de cierto período de tiempo, se presentara (o que alguien hiciera el sacrificio correspondiente en su nombre) en el templo para purificarse. Era costumbre efectuar ambas ceremonias al mismo tiempo. Por consiguiente, José y María fueron al templo de Jerusalén en persona para presentar a Jesús a los sacerdotes para su redención y hacer a la vez el sacrificio apropiado para asegurar la purificación ceremonial de María de la supuesta suciedad del alumbramiento.

122:9.2

En las cortes del templo se encontraban con frecuencia dos personajes notables: Simeón el cantor, y Ana, una poetisa. Simeón era de Judea, pero Ana, de Galilea. Casi siempre estaban juntos, y ambos eran íntimos amigos del sacerdote Zacarías, quien les había confiado el secreto de Juan y de Jesús. Tanto Simeón como Ana anhelaban presenciar la llegada del Mesías, y su confianza en Zacarías los llevó a creer que Jesús fuese el esperado liberador de los judíos.

122:9.3

Zacarías sabía qué día vendrían José y María al templo con Jesús, y había prometido indicar a Simeón y Ana, mediante un gesto especial de saludo con la mano, en la procesión de niños primogénitos, cuál era Jesús.

122:9.4

Para esta ocasión Ana había escrito un poema que Simeón cantó, para sorpresa de José, de María y de todos los que se encontraban reunidos en los patios del templo. Éste fue su himno de redención del hijo primogénito:

122:9.5

Bendito sea el Señor, Dios de Israel

122:9.6

Porque nos ha visitado y ha traído redención a su pueblo;

122:9.7

Arrojando un ancla de salvación para todos

122:9.8

En la casa de su siervo David.

122:9.9

Así como habló por boca de sus santos profetas–

122:9.10

Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos odian;

122:9.11

Para mostrar su misericordia a nuestros progenitores y recordar el santo pacto–

122:9.12

Juramento que hizo a Abraham nuestro padre

122:9.13

Otorgándonos la dádiva de la liberación de nuestros enemigos para que podamos

122:9.14

Servirle sin temores,

122:9.15

En santidad y rectitud delante de él, todos nuestros días.

122:9.16

Y tú, niño prometido, te llamarás el Profeta del Altísimo.

122:9.17

Porque irás delante de la presencia del Señor para establecer su reino

122:9.18

Para dar conocimiento de salvación a su pueblo

122:9.19

En la remisión de sus pecados.

122:9.20

Regocijaos en la tierna misericordia de nuestro Dios porque nos visitó desde lo alto la aurora

122:9.21

Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte

122:9.22

Para encaminar nuestros pies por camino de paz.

122:9.23

Dejad, oh Señor, que éste tu siervo se aleje en paz, de acuerdo con tus palabras,

122:9.24

Porque mis ojos han contemplado la salvación

122:9.25

Que tú has preparado delante del rostro de todos los pueblos.

122:9.26

Luz resplandeciente para esclarecimiento aun de gentiles

122:9.27

Y para la gloria de tu pueblo de Israel.

122:9.28

Camino de vuelta a Belén, José y María permanecieron silenciosos—confundidos y sin alientos. María estaba turbada por las palabras de despedida de Ana, la anciana poetisa, José no aprobaba este esfuerzo prematuro por hacer de Jesús el Mesías ansiado del pueblo judío.

10. Herodes Actúa

122:10.1

Pero los espías de Herodes no estaban ociosos. Cuando le informaron acerca de la visita a Belén de los sacerdotes de Ur, Herodes mandó que estos caldeos aparecieran ante su presencia. Los interrogó diligentemente a estos hombres sabios acerca del nuevo «rey de los judíos», pero le proporcionaron muy poca satisfacción, explicando que el niño había nacido de una mujer venida a Belén con su marido para registrarse en el censo. Herodes, insatisfecho con esta respuesta, les despidió con una bolsa de dinero mandándoles que encontraran al niño, para que Herodes también pudiera adorarle, puesto que habían dicho que su reino sería espiritual y no temporal. Pero como estos hombres sabios no regresaron, Herodes entró en sospecha. Mientras pensaba en estos hechos, volvieron sus espías y le dieron un informe completo sobre los recientes acontecimientos en el templo, trayéndole una copia de parte de la canción que Simeón había cantado en las ceremonias de redención de Jesús. Pero no se les había ocurrido seguir a José y María. Herodes se enfadó con ellos cuando le dijeron que no sabían a dónde se había dirigido la pareja con el niño. Mandó que partieran espías para ubicar a José y María. Habiéndose enterado Zacarías y Elizabeth de que Herodes había mandado buscar a la familia de Nazaret, permanecieron alejados de Belén. Al mismo tiempo se ocultó al niño varón en la casa de unos parientes de José.

122:10.2

José tenía miedo de buscar trabajo, y sus pocos ahorros estaban desapareciendo rápidamente. Aun durante el tiempo de las ceremonias de la purificación en el templo, José se consideraba lo suficientemente pobre como para justificar su oferta de dos palomas jóvenes para la purificación de María, tal como Moisés había mandado para la purificación de las madres pobres.

122:10.3

Como después de más de un año de búsqueda, los espías de Herodes aún no habían ubicado a Jesús; y puesto que se sospechaba que el niño todavía estaba oculto en Belén, Herodes ordenó una búsqueda sistemática en todas las casas de Belén, y el asesinato de todos los niños varones de menos de dos años de edad. Así Herodes pensaba asegurar la destrucción del que sería al crecer el «rey de los judíos». Así perecieron en un día dieciséis niños varones en Belén de Judea. La intriga y el asesinato eran acontecimientos comunes en la corte de Herodes, aun dentro de su familia inmediata.

122:10.4

La matanza de estos infantes ocurrió a mediados de octubre del año 6 a. de J.C., cuando Jesús tenía poco más de un año de edad. Pero había creyentes en la venida del Mesías aun entre los miembros de la corte de Herodes, y uno de ellos, al enterarse de la matanza de los niños de Belén, se puso en contacto con Zacarías quien a su vez despachó un mensajero a José; la noche antes de la masacre José y María salieron con el niño de Belén, camino a Alejandría en Egipto. Para evitar atraer la atención, viajaron solos a Egipto con Jesús. Zacarías les dio el dinero necesario para ir a Alejandría, donde José trabajó de carpintero, María y Jesús se alojaron con parientes de la familia de José en buena situación económica. Así vivieron en Alejandría por dos años enteros, regresando a Belén tan sólo después de la muerte de Herodes.

Documento 144

9. La Muerte de Juan el Bautista

144:9.1

Juan el Bautista fue ajusticiado por orden de Herodes Antipas la noche del 10 de enero del año 28 d. de J.C. Al día siguiente, algunos discípulos de Juan que habían ido a Macaerus oyeron de su ejecución y yendo ante Herodes, pidieron que les fuera entregado su cuerpo, que colocaron en una tumba, dándole más tarde sepultura en Sebaste, de donde era Abner. Al día siguiente, 12 de enero, partieron hacia el norte al campamento de los apóstoles de Juan y Jesús cerca de Pella, e informaron a Jesús de la muerte de Juan. Tras escuchar esto Jesús, despidió a la multitud y llamando a los veinticuatro les dijo: «Juan ha muerto. Herodes lo ha hecho decapitar. Esta noche, reuníos en concilio y arreglad vuestros asuntos como corresponde. Ya no habrá más postergaciones. Ha llegado la hora de proclamar el reino abiertamente y con poder. Mañana marchamos a Galilea».

144:9.2

Por consiguiente, temprano en la mañana del 13 de enero del año 28 d. de J.C., Jesús y los apóstoles, acompañados por unos veinticinco discípulos, se dirigieron a Capernaum y se alojaron esa noche en la casa de Zebedeo.