El pacto que Mar-Yah ha hecho con Su pueblo no debe ser tratado a la ligera ni considerado como algo que pueda desecharse a voluntad. Como dice el pasaje de nuestras Escrituras: “¡Ay del que se burla de la corrección, o se mofa de los mensajeros de Alaha! Porque el pacto no es una vestidura que se vista y se quite, sino un vínculo que dará testimonio en el día de la cuenta” (3:18). Nuestra relación con el Altísimo no es cuestión de conveniencia ni de exhibición externa. Es un vínculo irrompible de fidelidad que conlleva tanto privilegio como responsabilidad. Trivializar una realidad tan sagrada es poner en peligro el alma y atraer el castigo del Cielo.
Esto significa que es imperativo cómo vivimos cada día bajo el pacto. Muchos tratan la fe como una prenda: la visten cuando les conviene, la muestran ante los demás, y la desechan en tiempos de dificultad o tentación. Sin embargo, el pacto no es un ornamento religioso, sino el testimonio mismo de nuestra pertenencia a Mar-Yah. Permanecerá como testigo en el Día del Juicio, ya sea declarando nuestra fidelidad o exponiendo nuestra traición. Así, burlarse de los profetas, despreciar a los apóstoles o menospreciar la corrección no es sólo rebelión contra voces humanas, sino contra el Dios del pacto que los envió.
No obstante, este pacto no fue diseñado para atraparnos en la desesperación cuando flaqueamos, sino para llamarnos de nuevo al camino de la vida. Como está escrito: “Bienaventurado el que escucha y retorna, el que dice: ‘Me he desviado, pero caminaré de nuevo’” (3:19). El pacto asume nuestra debilidad humana y provee los medios de renovación. El camino del arrepentimiento está siempre abierto, pues el pacto no se rompe cuando el hombre tropieza, sino que el hombre es llamado a levantarse, confesar su extravío y andar una vez más en la luz de los mandamientos de Mar-Yah.
El corazón del pacto es la misericordia, no la condenación. “Porque Alaha es pronto para recibir al contrito, y Su misericordia es más profunda que los abismos del olvido” (3:19). ¡Qué compasión inconmensurable la del Padre, que envió a Su Hijo Yeshua el Mesías para establecer el pacto en Su sangre! (Mateo 26:28). El pacto no es anulado por nuestras faltas, sino renovado en nuestra contrición. Por esto debemos siempre mantener la necesidad del arrepentimiento dentro de la vida del pacto, porque sólo mediante la humildad puede el hombre continuar en el vínculo de la misericordia divina.
Permanecer fieles al pacto es andar diariamente en vigilancia, arrepentimiento y gratitud. Es rechazar la tentación de tratar la fe como una prenda pasajera, y en cambio llevarla como el sello permanente de nuestra pertenencia a Mar-Yah. Abracemos la corrección, honremos a los mensajeros de la verdad y retornemos con prontitud cuando caigamos. El pacto es nuestro testimonio, y en el Día de la Cuenta o condenará o justificará. Bienaventurados, entonces, los que escuchan, retornan y permanecen firmes, porque a ellos pertenece el abrazo eterno de la misericordia divina a través de Maran Yeshua Mshikha.
CbY
24 de septiembre de 2025