Giliana Kudsha
Escuchando al Espíritu Santo
El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu declara a los buscadores de la verdad. El Aliento del Altísimo, enviado por Mshikha, se mueve invisiblemente, guiando a los puros de corazón por los senderos antiguos. A través de los mensajeros del Padre, resuena la voz del Espíritu, no en el trueno, sino en el susurro que escuchan aquellos que vigilan y esperan.
Buscad las Escrituras con lámpara y anhelo, porque dentro de la Palabra de Alaha, la voz del Espíritu está inscrita para aquellos cuyos ojos no están nublados. Que tu corazón sea el altar, y tus oraciones el incienso que se eleva, pues en la quietud y la súplica se revelará el consejo oculto del Todopoderoso. Bienaventurado el que escucha y no se aparta, porque será guiado por la mano del Espíritu desde las sombras hacia el amanecer.
La Palabra de Alaha es lámpara para tus pies y brújula para tu alma. Claman los mensajeros del Altísimo. ¿Puedes percibir su llamado, o pasará como vapor más allá de tu alcance?
Por el poder del Espíritu Santo, la Palabra está abierta; escudriña sus profundidades de día y de noche. Que la Palabra sea tu pan y tu aliento. En el ayuno y en la oración, hallarás la voz que llama desde más allá del velo. Porque el Espíritu no lucha con los que están ensordecidos por el caos del mundo, sino que reposa sobre los mansos, los pacientes y los vigilantes.
El tiempo se apresura. La noche se profundiza y el clamor del centinela se acerca. ¿Serás hallado con aceite en tu lámpara o vagando en las tinieblas exteriores? El Espíritu guía, pero no arrastra. Quien lo siga andará por el camino angosto, y el peregrino que persevere verá las puertas del Reino.
Enseñanzas de la Luz Capítulo 95:
La Muerte de los Fieles
1 Los Pactarios de Jehová no temen a la muerte, porque ellos conocen bien la esperanza que les ha sido dada por Jehová el Gran Padre.
2 La muerte es simplemente un cambio de existencia a otra, como si uno pasara de una habitación a una puerta y luego a otra habitación.
3 Uno no deja de existir al morir, sino que el alma es liberada de las ataduras del cuerpo físico, ascendiendo a su recompensa según su grado.
4 La vida eterna la reciben los que son fieles al Padre de la Grandeza, a Sus Mensajeros y a todas las Enseñanzas de la Luz.
5 Aunque en vuestro mundo prevalece la oscuridad, la Luz y la alegría os esperan a vosotros que sois fieles;
6 seguid buscando, porque vuestra recompensa está al otro lado de la Gran Montaña.
Didaché Capítulo 15:
Obispos y Diáconos; Reprimenda Espiritual
1Por lo tanto, deben nombrar para ustedes Obispos y diáconos dignos de Nuestro Señor Yeshúa, de entre los hombres que son mansos, y que no aman el dinero y que son honestos y han sido probados; porque ellos también les prestarán a ustedes el servicio de Profetas y maestros.
2 Por lo tanto, no les desprecien, porque ellos son sus más estimados, junto con los Profetas y los maestros.
3 Y repréndanse los unos a los otros – no con ira, sino en paz, como saben que está escrito en el Evangelio.
4 Pero a todos los que actúan de manera injusta contra otros, no les permitan hablar, ni que oigan nada de ustedes hasta que hayan tenido suficiente tiempo para arrepentirse.
5 Deben decir todas sus oraciones y hacer todas sus limosnas y obras, como saben que está enseñado en el Evangelio de Nuestro Señor Yeshúa.
El Libro de la Verdad: La Muerte de Isabel – 135:4.1-6:
4. La Muerte de Isabel
135:4.1
El 17 de agosto del año 22 d. de J. C., cuando Juan tenía veinte y ocho años de edad, su madre falleció repentinamente. Los amigos de Elizabeth, conociendo las restricciones nazareas respecto al contacto con los muertos, incluso los de la propia familia, hicieron todos los arreglos para el entierro de Elizabeth antes de mandar a llamar a Juan. Al recibir Juan la noticia de la muerte de su madre, instruyó a Ezda que condujera sus rebaños a En-Gedi y partió hacia Hebrón.
135:4.2
A su regreso a En-Gedi, después del funeral de su madre, donó sus rebaños a la hermandad y durante una temporada se apartó del mundo exterior para ayunar y orar. Juan tan sólo conocía los métodos antiguos de acercarse a la divinidad; tan sólo conocía las historias de Elías, Samuel y Daniel. Elías era su ideal de profeta. Fue el primero de los maestros de Israel que llegó a ser considerado un profeta; Juan creía verdaderamente que habría de ser el último en este largo e ilustre linaje de mensajeros del cielo.
135:4.3
Por dos años y medio vivió Juan en En-Gedi, convenciendo a la mayoría de los miembros de la hermandad de que «se acercaba el fin de la era», que «el reino del cielo estaba por aparecer». Sus primeras enseñanzas de esa época estaban basadas en la idea y concepto judíos, corrientes por ese entonces, de un Mesías que habría de ser el liberador prometido de la nación judía; el que la habría de liberar de la dominación de sus potentados gentiles.
135:4.4
Durante todo este período Juan leyó mucho los escritos sagrados que encontró en la morada de los nazareos en En-Gedi. Le impresionaron especialmente los escritos de Isaías y Malaquías, los últimos profetas hasta ese momento. Leía y releía los últimos cinco capítulos de Isaías, y creía en estas profecías. Luego leía en Malaquías: «He aquí, yo os envío el profeta Elías antes que venga el gran y terrible día del Señor; y él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga e hiera la tierra con maldición». Y solamente fue esta promesa de Malaquías de que Elías habría de regresar lo que hizo que Juan se abstuviera de salir a predicar sobre el advenimiento del reino y de exhortar a sus compatriotas a que escaparan de la ira venidera. Juan estaba listo para la proclamación del mensaje del advenimiento del reino, pero la anticipación del regreso de Elías lo frenó por más de dos años. Sabía que él no era Elías. ¿Qué quería decir Malaquías? ¿Era la profecía literal o figurada? ¿Cómo podía conocer la verdad? Finalmente se atrevió a pensar que, puesto que el primero de los profetas se llamaba Elías, así también el último sería conocido finalmente por el mismo nombre. A pesar de todo, mucho dudaba Juan, tanto dudaba que nunca se llamó a sí mismo Elías.
135:4.5
Fue la influencia de Elías lo que hizo que Juan adoptara sus métodos de ataque di-recto contra los pecados y vicios de sus contemporáneos. Vestía como Elías, intentaba hablar como Elías; en su aspecto exterior, era en todo semejante al antiguo profeta. Precisamente era tal su aspecto de robusto y pintoresco hijo de la naturaleza, tal predicador intrépido y temerario de la rectitud. Juan no era iletrado, bien conocía las sagradas escrituras judías, pero distaba de ser un hombre culto. Era un pensador claro, un orador poderoso y un denunciador fogoso. No era un ejemplo para su época, sino más bien una censura elocuente.
135:4.6
Finalmente elaboró su método para proclamar la nueva era, el reino de Dios; aceptó que habría de convertirse en el heraldo del Mesías; apartó todas las dudas y partió de En-Gedi un día de marzo del año 25 d. de J. C. para comenzar su corta pero brillante carrera como predicador público.