Giliana Kudsha
Buscad lo Bueno en Todos
Tratad de buscar lo bueno en todas las personas. No asumáis nada sobre los demás. Orad por los que os odian y los que os persiguen.
Enseñanzas de la Luz Capítulo 83:
Los Cerdos de la Oscuridad
1 Líderes pseudo-religiosos han ensuciado sus manos al tocar a la oscura; sus ropas están manchadas con la sangre de los Santos.
2 La tierra está llena de la sangre de los Santos inocentes – los Hermanos e Hijos e Hijas de la Religión de la Luz.
3 Las casas religiosas están llenas de mentiras; se han convertido en una cueva de víboras y en la morada de toda ave impura.
4 La hipocresía abunda entre los que dicen apoyar a los hijos e hijas de la tierra.
5 Han llenado sus monederos con oro, y lo han malgastado en grandes estructuras y posesiones mundanas.
6 Por estas razones, la humanidad ha perdido toda esperanza en tales hombres.
7 El Espíritu Viviente les ha dado un nombre nuevo – los Cerdos de la Oscuridad.
El Libro de la Verdad, Las Instrucciones Finales – 138:1:
1. Las Instrucciones Finales
138:1.1
Al día siguiente, domingo 23 de junio del año 26 d. de J.C., Jesús impartió sus instrucciones finales a los seis. Les mandó que salieran, de dos en dos, para enseñar la buena nueva del reino. Les prohibió que bautizaran y les aconsejó que no predicaran públicamente. También les explicó que más adelante les permitiría predicar en público, pero que durante una temporada, y por muchas razones, deseaba que adquiriesen experiencia práctica en tratar personalmente con sus semejantes. Jesús se proponía que la primera gira de sus apóstoles fuese enteramente de obra personal. Aunque este anuncio fue en cierto modo una desilusión para los apóstoles, veían, por lo menos en parte, la razón de Jesús para comenzar de este modo la proclamación del reino, y empezaron de buen ánimo, con confianza y entusiasmo. Los envió de dos en dos, Santiago y Juan a Queresa, Andrés y Pedro a Capernaum, Felipe y Natanael a Tariquea.
138:1.2
Antes de que comenzaran las primeras dos semanas de su servicio, Jesús les anunció que deseaba ordenar doce apóstoles para continuar la obra del reino después de su partida, y autorizó a cada uno de ellos para que eligiera entre sus primeros conversos a un hombre para que entrase a formar parte del proyectado cuerpo de los apóstoles. Juan tomó la palabra, preguntando: «Pero, Maestro, ¿vendrán estos seis hombres a nuestro medio y compartirán todas las cosas con nosotros que hemos estado contigo desde el Jordán y hemos oído todas tus enseñanzas en preparación para ésta, nuestra primera labor por el reino?» Y replicó Jesús: «Sí, Juan, los hombres que elijáis serán como uno con nosotros, y vosotros les enseñaréis todo lo pertinente al reino, así como yo os he enseñado». Después de hablar así, Jesús los dejó.
138:1.3
Antes de salir a cumplir su misión los seis estuvieron juntos intercambiando muchas ideas sobre el mandato de Jesús de que cada uno de ellos debería elegir un nuevo apóstol. Finalmente prevaleció el consejo de Andrés, y se marcharon ellos a sus tareas. En esencia Andrés dijo: «El Maestro tiene razón; somos demasiado pocos para abarcar toda la tarea. Necesitamos más instructores, y el Maestro expresa su gran confianza en nosotros al encomendarnos la elección de estos seis nuevos apóstoles». Esa mañana, al separarse para cumplir su obra, había un dejo oculto de depresión en el corazón de cada uno de ellos. Sabían que extrañarían a Jesús, y además de su temor y apocamiento, éste no era el modo en que se habían imaginado que se inauguraría el reino del cielo.
138:1.4
Se había dispuesto que los seis fueran a trabajar por dos semanas, después de lo cual regresarían al hogar de Zebedeo para conferenciar. Entre tanto Jesús fue a Nazaret para visitar a José, Simón y otros miembros de su familia que vivían en esa vecindad. Jesús hizo todo lo que humanamente podía hacer, dentro del marco de su dedicación al cumplimiento de la voluntad de su Padre, para retener la confianza y el afecto de su familia. En este asunto, él cumplió plenamente con su deber y aún más.
138:1.5
Mientras los apóstoles partían en esta misión, Jesús pensó mucho en Juan ahora encarcelado. Era una gran tentación usar sus poderes potenciales para liberarlo, pero una vez más se resignó a «esperar la voluntad del Padre».