Lecturas del Convenio Unido para el Viernes, 5 de Diciembre, 2025

Giliana Kudsha

La Conversión de Israel

El Israel de hoy en día abrazará a Sus Mensajeros, porque ha sido prometido en las Escrituras. Eventualmente escucharán las palabras de guía de su Pastor y serán reunidos en la Sinagoga de la Luz.

Continuad orando por la conversión de Israel y por el mundo.

Enseñanzas de la Luz Capítulo 5

Apegos

1 Una persona puede comenzar a caminar en la pureza y en la verdad despertando y no teniendo apegos a este mundo.

2 Apegos a las cosas del mundo son como cadenas que os atarán a una eternidad en la oscuridad.

3 Cuando no podéis abandonar los apegos, sois como un ancla que ha caído de su conexión a un gran barco y se ha hundido hasta el fondo del océano profundo y ha sido olvidada por el capitán del barco.

4 Hijos e hijas míos, el barco del que hablo es el Barco de la Vida que es la Religión de la Luz que es capaz de llevar la salvación a toda la humanidad.

5 El océano profundo es el mundo que seduce a la humanidad a toda clase de males y está lleno de oscuridad.

6 El capitán del barco es el Espíritu Viviente que viene a transportaros a la Otra Orilla, donde hay Jardines de Luz y donde ninguna oscuridad – ni siquiera una sombra – puede ser encontrada.

7 El Maestro del Barco mirará para ver si tenéis algún apego al mundo que estáis dejando atrás. Si todavía tenéis algún apego a cualquier cosa, entonces no seréis capaces de subir a bordo de ese Barco y seréis obligados a esperar hasta otro momento.

8 Abandonad todos los apegos.

El Libro de la Verdad, Jesús Comparece ante Pilato y el Interrogatorio Privado de Pilato 185:2-3:

2. Jesús Comparece Ante Pilato

185:2.1

Cuando Jesús y sus acusadores se reunieron frente a la sala de juicio de Pilato, el gobernador romano salió y, dirigiéndose a la compañía reunida, preguntó: «¿Qué acusación traéis contra este tipo?» Los saduceos y los consejeros que habían decidido ocuparse de eliminar a Jesús tenían decidido presentarse ante Pilato y pedirle la confirmación de la sentencia de muerte pronunciada contra él, sin voluntariamente mencionar ningún cargo definido. Por lo tanto, el portavoz del tribunal de los sanedristas contestó a Pilato: «Si éste hombre no fuera malhechor, no te lo habríamos traído».

185:2.2

Cuando Pilato observó que titubeaban en declarar sus acusaciones contra Jesús, aunque sabía que habían pasado toda la noche deliberando sobre sus culpas, les contestó: «Puesto que no estáis de acuerdo en ninguna acusación definida, ¿por qué no hacéis cargo de él y lo juzgáis según vuestras leyes?»

185:2.3

Entonces habló el escribano del tribunal del sanedrín a Pilato: «A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie, y este revoltoso de nuestra nación se merece morir por las cosas que ha dicho y hecho. Por lo tanto hemos venido ante ti para que confirmes este decreto».

185:2.4

Presentarse ante el gobernador romano con esta actitud tan evasiva revela tanto la mala voluntad y el odio de los sanedristas hacia Jesús como su falta de respeto por la justicia, honor y dignidad de Pilato. ¡Qué atrevimiento el de estos ciudadanos súbditos, al comparecer ante su gobernador provincial pidiendo un decreto de ejecución contra un hombre antes de permitirle un juicio justo y sin siquiera pronunciar acusaciones criminales definidas contra él!

185:2.5

Pilato algo sabía del trabajo de Jesús entre los judíos, y supuso que las acusaciones contra él tenían que ver con infracciones a las leyes eclesiásticas judías; por lo tanto, trató de referir el caso al propio tribunal de ellos. Otra vez más, Pilato se deleitaba en hacerles confesar públicamente que no tenían ellos el poder para pronunciar y llevar a cabo sentencias de muerte, aun contra uno de su propia raza que habían llegado a aborrecer con un odio tan amargo y envidioso.

185:2.6

A esto hacía pocas horas, cuando cerca de medianoche y después de haber dado permiso de usar soldados romanos para el arresto secreto de Jesús, había oído Pilato más hechos sobre Jesús y sus enseñanzas de labios de su mujer, Claudia, que era una conversa parcial al judaísmo, y que más tarde creyó plenamente en el evangelio de Jesús.

185:2.7

Pilato hubiera querido posponer esta audiencia, pero vio que los líderes judíos estaban decididos a proceder con el caso. Sabía que este día no era tan sólo la mañana de preparación para la Pascua, sino que también, siendo viernes, era el día de preparación para el sábado judío de reposo y adoración.

185:2.8

Pilato, siendo muy sensible a la falta de respeto de estos judíos para con él, no estaba deseoso de cumplir con sus demandas de que Jesús fuera sentenciado a muerte sin juicio. Por lo tanto, después de esperar unos momentos para que ellos pudieran presentar sus acusaciones contra el prisionero, se volvió hacia ellos y dijo: «No condenaré a este hombre a muerte sin juicio; tampoco lo interrogaré antes de que hayáis presentado por escrito vuestras acusaciones contra él».

185:2.9

Cuando el sumo sacerdote y los demás escucharon estas palabras de Pilato, hicieron una señal al escribano del tribunal, quien entonces entregó a Pilato las acusaciones escritas contra Jesús. Y estas acusaciones eran:

185:2.10

«Es decisión del tribunal sanedrista que este hombre es un malhechor y embaucador de nuestra nación porque es culpable de:

185:2.11

1. Pervertir a nuestra nación e incitar a nuestro pueblo a la rebelión.

185:2.12

2. Prohibir al pueblo que le pague tributo a César.

185:2.13

3. Llamarse a sí mismo rey de los judíos y enseñar la fundación de un nuevo reino».

185:2.14

Jesús no había sido enjuiciado en forma regular ni sentenciado legalmente de ninguna de estas acusaciones. Ni siquiera había escuchado las acusaciones cuando fueron declaradas por primera vez, pero Pilato lo hizo traer del pretorio, donde era vigilado por los guardianes, e insistió en que estas acusaciones se repitieran en presencia de Jesús.

185:2.15

Cuando escuchó Jesús estas acusaciones, bien sabía que no le habían pedido que declarara ante la corte judía sobre estos asuntos, así como también lo sabían Juan Zebedeo y sus acusadores, pero nada respondió él a estas falsas acusaciones. Aun cuando Pilato le ordenó que les respondiera a sus acusadores, él no abrió la boca. Pilato tanto se sorprendió de la injusticia del procedimiento y tanto se impresionó por el silencio de Jesús y su conducta noble, que decidió llevar al prisionero a la sala e interrogarlo privadamente.

185:2.16

La mente de Pilato estaba en estado de confusión, les temía él a los judíos en su corazón, y su espíritu estaba altamente desasosegado por el espectáculo de Jesús, majestuosamente de pie ante sus acusadores sanguinarios, contemplándolos, no con desprecio silencioso, sino con una expresión de piedad genuina y afecto acongojado.

3. El Interrogatorio Privado de Pilato

185:3.1

Pilato llevó a Jesús y a Juan Zebedeo a su aposento privado, dejando afuera a los guardianes, e indicándole al prisionero que se sentara, se sentó a su lado y le hizo varias preguntas. Pilato comenzó su conversación con Jesús, asegurándole que no creía que la primera acusación contra él fuera verdad: que era él un pervertidor de la nación e incitador a la rebelión. Luego le preguntó: «¿Enseñaste alguna vez que se le ha de negar el tributo al César?» Jesús, indicando a Juan, dijo: «Pregúntale a él o a cualquier otro que haya oído mis enseñanzas». Entonces Pilato interrogó a Juan sobre el asunto del tributo y Juan atestiguó sobre las enseñanzas del Maestro y explicó que Jesús y sus apóstoles pagaban impuestos tanto al César como al templo. Cuando Pilato hubo interrogado a Juan, dijo: «Asegúrate de no decirle a nadie que yo hablé contigo». Y Juan jamás reveló este asunto.

185:3.2

Entonces Pilato se dio vuelta para preguntar a Jesús: «En cuanto a la tercera acusación contra ti, ¿eres tú el rey de los judíos?» Puesto que había un tono de interrogación posiblemente sincera en la voz de Pilato, Jesús sonrió al procurador y dijo: «Pilato, ¿dices tú esto por ti mismo, o tomas esta pregunta de los lábios de otros, los de mis acusadores?» Por lo cual, en tono parcialmente indignado, el gobernador respondió: «¿Soy yo acaso judío? Tu pueblo y los principales sacerdotes te han entregado a mí, y me han pedido que te sentencie a muerte. Yo pongo en duda la validez de sus acusaciones y tan sólo estoy tratando de averiguar por mí mismo qué has hecho. Dime, ¿has dicho tú que eres el rey de los judíos, y has tratado de fundar un nuevo reino?»

185:3.3

Entonces le dijo Jesús a Pilato: «¿Acaso no percibes que mi reino no es de este mundo? Si mi reino fuera de este mundo, con toda seguridad mis discípulos lucharían para que yo no fuera entregado a los judíos. Mi presencia aquí ante ti en estas ataduras es suficiente para mostrar a todos los hombres que mi reino es de un dominio espiritual, aun la hermandad de los hombres que, a través de la fe y por el amor, se han vuelto hijos de Dios. Y esta salvación es tanto para los gentiles como para los judíos».

185:3.4

«Luego, ¿eres tú rey después de todo?» dijo Pilato. Jesús respondió: «Sí, soy tal rey, y mi reino es la familia de los hijos por fe de mi Padre que está en el cielo. Para este fin nací yo en el mundo, aun para mostrar a mi Padre a todos los hombres y atestiguar la verdad de Dios. Y aun ahora te declaro que todo el que ama la verdad, oye mi voz».

185:3.5

Entonces dijo Pilato, medio en broma y medio sinceramente: «La verdad, ¿qué es la verdad—quién lo sabe?»

185:3.6

Pilato no podía comprender las palabras de Jesús, ni tampoco podía entender la naturaleza de su reino espiritual, pero estaba ahora seguro de que el prisionero nada había hecho que lo hiciera reo de muerte. Mirar a Jesús cara a cara, fue suficiente para convencer aun a Pilato de que este hombre tierno y agotado, pero majestuoso y recto, no era un revolucionario salvaje y peligroso que quería establecerse en el trono temporal de Israel. Pilato creyó entender algo de lo que Jesús significaba cuando se llamó a sí mismo rey porque conocía las enseñanzas de los estoicos, quienes declaran que «el sabio es rey». Pilato estaba plenamente convencido de que, en vez de ser un sedicioso peligroso, Jesús no era más ni menos que un visionario inocuo, un fanático inocente.

185:3.7

Después de interrogar al Maestro, Pilato regresó adonde los altos sacerdotes y los acusadores de Jesús y dijo: «He interrogado a este hombre, y no hallo en él ningún delito. No creo que sea culpable de las acusaciones que habéis dirigido contra él; creo que debe ser puesto en libertad». Cuando los judíos escucharon esto, se airaron grandemente, tanto que gritaron violentamente que Jesús debía morir; y uno de los sanedristas se adelantó atrevidamente al lado de Pilato, diciendo: «Este hombre revoluciona al pueblo, comenzando en Galilea y siguiendo por toda Judea. Es un malhechor y comete fechorías. Mucho te arrepentirás si dejas en libertad a este hombre protervo».

185:3.8

Pilato no sabía qué hacer con Jesús; por lo tanto, cuando les oyó decir que había empezado su trabajo en Galilea, pensó en sacarse de encima la responsabilidad de decidir el caso, por lo menos para ganar tiempo y pensar en el asunto, enviando a Jesús a que compareciera ante Herodes, quien estaba por ese entonces en la ciudad para asistir a la Pascua. Pilato también pensó que este gesto contribuiría tal vez a suavizar ciertos sentimientos amargos que existían desde hacía un tiempo entre él y Herodes, por numerosos malentendidos sobre asuntos de jurisdicción.

185:3.9

Pilato, después de llamar a los guardianes, dijo: «Este hombre es galileo. Llevadlo inmediatamente ante Herodes, y cuando él lo haya interrogado, informadme de lo que él halle». Entonces llevaron a Jesús ante Herodes.