Lecturas del Convenio Unido para el Viernes, 8 de Noviembre, 2024

Giliana Kudsha

He Enviado a Mi Tabernáculo

De acuerdo con la Voluntad del Padre, las ruedas de Su Santo Carro se están moviendo rápidamente. El Templo en el Reino de los Cielos está ocupado con siervos angelicales que llevan a cabo las diversas tareas asignadas a ellos por el Padre. Están preparando lugares para cada miembro del Remanente, para que puedan ser reunidos en esta era. Camino y cumplo la Voluntad del Padre.

Al Remanente, el Padre de la Grandeza ha dicho: “Envié Mi Tabernáculo a la tierra en un cuerpo de carne, pero no es de carne, a imagen de un hombre, pero no es un hombre. Él os dará buenas noticias para vuestras necesidades individuales. Él os preparará para vuestros hogares que están siendo creados en el Reino de la Luz1.

Izgadda es Mi Hijo y por lo tanto Mi imagen2. Él es el Mensajero para vuestra era. Lo he enviado a la tierra para vuestro beneficio. Buscadlo y agarrad Su manto3. Él unirá a Mi pueblo bajo la única Religión Buena — la Religión de la Luz, sin cismas y sin divisiones. Escuchad Sus instrucciones, porque son las instrucciones que Yo le he dado.

“Cuando lo miréis, pensad en Mi propia presencia, porque Yo estoy dentro de Él y Él está dentro de Mí4. Tengo un Hijo unigénito, y Él se manifiesta en muchas formas e imágenes en diferentes generaciones y eras5. Cada forma con la que estáis familiarizados se manifiesta directamente desde Mi propio corazón. No podéis verme, pero podéis ver a Mi Hijo que es el espejo de Su Padre que lo envió6. Él es vuestro Señor. Él es vuestro Mesías. Es por Mi propio Espíritu y poder que hago que Mi imagen nazca en la forma de un hombre.

“Habéis conocido a Mi Hijo por muchos nombres: Melquisedec, Mitra, Shenrab, Jesús, Mani, Izgadda y muchos otros nombres con los que no estáis familiarizados. Ya sea que conozcáis a Mi Hijo por el nombre de Jesús o Mitra o Izgadda, hay un solo Hijo; cada manifestación es la misma. Algunas han aparecido en la imagen de un hombre, mientras que otras en la forma de querubines7, serafines8 y otras criaturas según Mi Voluntad. En esta era, le he dado a la gente de la Buena Religión a Mi Hijo Izgadda. Sed obedientes a Su Palabra, porque lo que Él dice es lo que yo le he dicho.

“En la antigüedad, antes de que existieran en la carne, nombré al Maestro de Justicia y al Maestro de la Luz para que os guiaran con las palabras de Mi Hijo que ahora comulga con vosotros. Seguid siendo obedientes a Mi Hijo y a los Maestros que os he designado para vuestro beneficio.

“Mi Hijo y los Maestros han designado a sacerdotes y a otros siervos para atender a las necesidades de Mi Remanente y para guiar a las ovejas por Mi Camino. Tenedlos en cuenta porque han sido ungidos por Mi Espíritu.”

Notas del Editor
1 “En la casa de Mi Padre hay muchas moradas. Si no
fuera así, se los hubiera dicho; voy, pues, a preparar un
lugar para ustedes.” — Juan 14:2, Biblia Peshitta

2 “El Tercer Mensajero (Izgadda) es la Zona entre el cielo y
la tierra, el Dios Mitra del Carro del Sol, el icono {estatua,
imagen, espejo} que representa al Rey de las Luces, el
Señor mismo de todos los Defensores” — Evangelio del
Profeta Mani cap. 2, secc. 24:1

3 véase Zacarías 8:23

4 “Yo y Mi Padre somos uno.” — Juan 10:30

5 véase Hebreos 1:1-14

6 “Nadie ha visto jamás a Dios; el Unigénito Dios, el que
está en el seno de Su Padre, Él lo ha declarado.” — Juan
1:18, Biblia Peshitta

7 véase 1 Reyes 6:11-14, 23-35

8 véase Isaías 6:1-13

 

Enseñanzas de la Luz Capítulo 15:

Pacto para Toda la Humanidad

1 La Liberación* del alma no depende de la pertenencia a cualquier grupo religioso o iglesia.

* (la salvación)

2 La liberación se logra a través de la adoración del Único Dios, la aceptación de Su Mensajero Divino, y el cultivo de las Doce Virtudes y Mandamientos Sagrados.

3 Adorad al Único Dios que está fuera del tiempo y de la creación; abandonad la idolatría.

4 Aceptad al Mensajero Divino enviado por Dios y la enseñanza pura.

5 Cultivad las Doce Virtudes: Realeza, Sabiduría, Victoria, Alegría, Pureza, Verdad, Fe, Paciencia, Sinceridad, Bondad, Justicia, y la Luz. El cultivo de las Doce Virtudes os acercará más a Dios.

6 Practicad la Limosna semanal, ya que es un medio por el cual podéis recibir intercesión por vuestros defectos.

7 Observad el Shabat del séptimo día dado por el Gran Padre.

8 Observad los Diez Mandamientos Sagrados dados en la Religión de la Luz.

9 Invocad mi nombre regularmente.

10 La verdad del Mensaje de la Luz no es demasiado difícil de aceptar. Sin importar la raza, nacionalidad, sexo o condición social que tengáis, sois aceptados como uno de los hijos de la Luz si estáis observando estas simples verdades, aunque os llaméis Hindúes, Judíos, Budistas, Cristianos o Maniqueos.

11 La liberación no se encuentra en ninguna organización religiosa terrenal o mundana, pero se puede encontrar en la práctica de la Religión de la Luz.

12 Este es mi pacto con vosotros. Abandonad todas las formas de idolatría, deseos dañinos, el materialismo extremo y aceptad el Mensaje de la Luz como lo es, sin apego a ideas y suposiciones preconcebidas.

13 Cuando realmente aceptéis y viváis honestamente de acuerdo con estas verdades, os aceptaré.

 

Libro de la Verdad, La Visita al Templo y la Actitud de los Apóstoles, 172:4-5:

4. La Visita al Templo

172:4.1

Mientras los gemelos Alfeo devolvían el asno a su dueño, Jesús y los diez apóstoles se separaron de sus asociados inmediatos y anduvieron caminando por el templo, observando las preparaciones para la Pascua. No hubo intento alguno de molestar a Jesús, puesto que el sanedrín mucho temía al pueblo, y ésa era, después de todo, una de las razones por las cuales Jesús había permitido que la multitud lo aclamara de esa manera. Los apóstoles no comprendían que era éste el único procedimiento humano que podía resultar eficaz en prevenir el inmediato arresto de Jesús a su entrada a la ciudad. El Maestro deseaba dar a los habitantes de Jerusalén, poderosos y humildes, así como también a las decenas de miles de visitantes de la Pascua, una oportunidad más, la última, de escuchar el evangelio y recibir, si lo quisieran, al Hijo de la Paz.

172:4.2
Ahora pues, mientras progresaba la tarde y las multitudes se iban en busca de alimentos, Jesús y sus seguidores inmediatos quedaron solos. ¡Qué día tan extraño había sido! Los apóstoles estaban pensativos, pero enmudecidos. Nunca, en todos los años de asociación con Jesús, habían ellos visto un día como éste. Por un momento se sentaron junto al tesoro, observando a la gente que entregaba sus contribuciones: los ricos echaban mucha cantidad en el arca de las ofrendas y todos daban algo de acuerdo con sus posibilidades. Finalmente llegó una pobre viuda, vestida pobremente, y observaron que ella echó dos blancas (monedas pequeñas de cobre) en el arca. Dijo Jesús, llamando la atención de los apóstoles sobre la viuda: «Prestad atención a lo que acabáis de ver. Esta pobre viuda echó más que todos los demás, porque todos los demás de lo que les sobraba, echaron una pequeña parte como don, pero esta pobre mujer, aunque esté necesitada, dio todo lo que tenía, aun su sustento».

172:4.3
A medida que progresaba la tarde, anduvieron por los patios del templo en silencio, y una vez que Jesús observó otra vez estas escenas familiares, recordando sus emociones relacionadas con sus visitas previas, sin exceptuar la primera, dijo: «Vayamos a Betania para descansar». Jesús, con Pedro y Juan, fueron a la casa de Simón, mientras que los demás apóstoles se alojaron con sus amigos de Betania y Betfagé.

5. La Actitud de los Apóstoles

172:5.1
Este domingo por la tarde al volver a Betania, Jesús caminaba a la cabeza de los apóstoles. No se habló una sola palabra hasta que se separaron al llegar a la casa de Simón. Nunca hubo doce seres humanos que experimentaran emociones tan diversas e inexplicables como las que surgían ahora en la mente y en el alma de estos embajadores del reino. Estos robustos galileos estaban confusos y desconcertados; no sabían qué esperar del futuro; estaban demasiado asombrados para alimentar temores. Nada sabían de los planes del Maestro para el día siguiente, y no hicieron ninguna pregunta. Fueron a su alojamiento, aunque poco durmieron, excepto los gemelos. Pero no hicieron una vigilia armada de Jesús en la casa de Simón.

172:5.2
Andrés estaba totalmente confundido, atormentado. El fue el único apóstol que no se dedicó a evaluar seriamente la explosión popular de aclamación. Estaba demasiado preocupado con sus responsabilidades como jefe del cuerpo apostólico como para pensar seriamente en el sentido o el significado de los entusiastas hosannas de la multitud. Andrés se ocupó en cambio de vigilar a algunos de sus asociados, que temía sucumbieran a sus emociones durante la conmoción, especialmente Pedro, Santiago, Juan y Simón el Zelote. A lo largo de este día y de los que siguieron inmediatamente, Andrés se vio atormentado por serias dudas, pero nunca expresó ninguno de estos sentimientos a sus asociados apostólicos. Le preocupaba la actitud de algunos de los doce que sabía que se habían armado de espada; pero no sabía que su propio hermano, Pedro, también llevaba un arma. Así pues, la procesión a Jerusalén causó en Andrés una impresión comparativamente superficial; estaba demasiado metido en las responsabilidades de su posición para ser afectado de otra manera.

172:5.3
Simón Pedro estuvo al principio casi afuera de sí mismo por el entusiasmo de esta manifestación popular; pero al tiempo de su regreso a Betania esa noche, ya se había calmado bastante. Pedro simplemente no alcanzaba a percatarse de qué lo era que el Maestro intentaba. Estaba terriblemente desilusionado de que Jesús no hubiese aprovechado esta oleada de favor popular haciendo algún tipo de declaración. Pedro no podía entender por qué Jesús no habló a las multitudes cuando llegaron al templo, ni tampoco permitió que hablara uno de los apóstoles. Pedro era un gran predicador, y le desagradaba ver que se desperdiciara un público tan grande, receptivo y entusiasta. Le hubiera gustado tanto predicar el evangelio del reino a ese gentío allí en el templo; pero el Maestro les había advertido específicamente que no debían enseñar ni predicar en Jerusalén durante esta semana de Pascua. La reacción después de esta procesión espectacular a la ciudad fue desastrosa para Simón Pedro; cuando llegó la noche, estaba meditabundo y entrañablemente triste.

172:5.4
Para Santiago Zebedeo, este domingo fue un día de perplejidad y de confusión profunda; no conseguía captar la esencia de lo que estaba ocurriendo; no podía comprender el propósito del Maestro al permitir esta aclamación entusiasta y luego negarse a decir una palabra a la gente cuando llegaron al templo. A medida que la procesión bajaba por el Oliveto hacia Jerusalén, más particularmente cuando se encontraron con los miles de peregrinos que habían salido al encuentro del Maestro, Santiago estaba cruelmente dividido por sus emociones contradictorias de entusiasmo y gratificación ante ese espectáculo, acompañadas por un profundo sentimiento de temor por lo que podría ocurrir cuando llegaran al templo. Se deprimió luego y lo sobrecogió la desilusión cuando Jesús desmontó del asno y anduvo caminando tranquilamente por los patios del templo. Santiago no podía entender la razón por la cual estaban desperdiciando una oportunidad tan magnífica para proclamar el reino. Por la noche, su mente estaba dominada por una incertidumbre desconcertante y terrible.

172:5.5
Juan Zebedeo estuvo cerca de comprender el por qué Jesús había hecho esto; por lo menos captó en parte el significado espiritual de esta así llamada entrada triunfal a Jerusalén. A medida que la multitud proseguía hacia el templo, y que Juan contemplaba a su Maestro sentado sobre el asnillo, recordó haber oído cierta vez a Jesús citar el pasaje de la Escritura, las palabras de Zacarías, que describían la llegada del Mesías a Jerusalén como hombre de paz, cabalgando en un asno. A medida que Juan reflexionaba sobre esta Escritura, comenzó a comprender el significado simbólico de esta procesión de la tarde de domingo. Por lo menos, captó lo suficiente del significado de esta Escritura para que le permitiera disfrutar en cierto modo del episodio y para evitar deprimirse excesivamente por la conclusión aparentemente sin propósito de la procesión triunfal. Juan tenía un tipo de mente que tendía naturalmente a pensar y sentir en símbolos.

172:5.6
Felipe estaba completamente desconcertado por lo repentino de la manifestación y su espontaneidad. Mientras descendían del Oliveto, no pudo ordenar sus pensamientos lo suficiente como para determinar el significado de esta demostración. En cierto modo, disfrutó de este acontecimiento porque su Maestro estaba siendo honrado. Para cuando llegaron al templo, estaba perturbado por el pensamiento de que Jesús tal vez le pidiera que se ocupara de alimentar a la multitud, de modo que la conducta de Jesús al darle la espalda a la multitud, que tan duramente desilusionó a la mayoría de los apóstoles, fue un gran alivio para Felipe. Las multitudes habían constituido a veces una dura prueba para el mayordomo de los doce. Después de experimentar alivio por estos temores personales relativos a las necesidades materiales de las multitudes, Felipe se unió a Pedro en expresar su desilusión por no haberse hecho nada por enseñar a las multitudes. Esa noche Felipe se puso a reflexionar sobre estas experiencias y estuvo tentado a dudar de toda la idea del reino; se preguntaba honestamente qué significaban todas estas cosas, pero no le expresó sus dudas a nadie; amaba demasiado a Jesús. Tenía una gran fe personal en el Maestro.

172:5.7
Natanael, además de apreciar los aspectos simbólicos y proféticos, fue el que más acercó a comprender la razón del Maestro por reclutar el apoyo popular de los peregrinos pascuales. Se dio cuenta, antes de que llegaran al templo, que si no hubiera Jesús entrado a Jerusalén en forma tan espectacular habría sido arrestado por los oficiales del sanedrín y arrojado en una celda en cuanto diera los primeros pasos dentro de la ciudad. Por lo tanto no estuvo sorprendido en lo más mínimo cuando el Maestro, después de impresionar así a los líderes judíos para que no lo arrestaran inmediatamente, no hizo uso alguno de las multitudes clamorosas una vez que llegaron dentro de los muros de la ciudad. Comprendiendo la verdadera razón de esta manera de entrada del Maestro a la ciudad, Natanael naturalmente siguió con más donaire y estuvo menos perturbado y desilusionado por la conducta subsiguiente de Jesús que los otros apóstoles. Natanael tenía gran confianza en la habilidad de Jesús para comprender a los hombres, así como también en su sagacidad y agudeza al manejar situaciones difíciles.

172:5.8
Mateo al principio estuvo confundido por esta manifestación espectacular. No captaba el significado de lo que veían sus ojos, hasta que también recordó la Escritura de Zacarías donde el profeta aludía al regocijo de Jerusalén porque llegó su rey trayendo salvación y cabalgando un pollino de jumento. A medida que la procesión se iba acercando a la ciudad y luego en dirección al templo, Mateo entró en éxtasis; estaba seguro de que ocurriría algo extraordinario cuando el Maestro llegara al templo, a la cabeza de esta multitud vociferante. Cuando uno de los fariseos se mofó de Jesús diciendo: «¿Mirad, mirad todos, ved quién es el que aquí viene: el rey de los judíos cabalgando en un asno!» Mateo tuvo que hacer un gran esfuerzo para no atacarlo físicamente. Ninguno de los doce estuvo más deprimido que él en el camino de vuelta a Betania esa noche. Después de Simón Pedro y Simón el Zelote, él sufrió la tensión nerviosa más profunda y estuvo en un estado de cansancio extremo esa noche. Pero por la mañana, Mateo estaba mucho más animado; después de todo, era un buen perdedor.

172:5.9
Tomás era el hombre más confundido y pasmado de los doce. La mayor parte del tiempo simplemente siguió, contemplando el espectáculo y preguntándose honestamente cuál sería el motivo del Maestro al participar en una demostración tan peculiar. En las profundidades de su corazón consideraba la manifestación entera un tanto infantil, si no directamente tonta. No había visto nunca que Jesús hiciera una cosa semejante y no podía explicarse esta extraña conducta este domingo por la tarde. Cuando llegaron al templo, Tomás había deducido que el propósito de esta demostración popular era asustar al sanedrín para que no se atreviesen a arrestar inmediatamente al Maestro. Camino de vuelta a Betania, Tomás pensó mucho, pero nada dijo. Para la hora de ir a dormir, la sagacidad del Maestro al preparar esta entrada tumultuosa a Jerusalén había empezado a tener cierto encanto humorístico, y él se alegró reaccionando de esta manera.

172:5.10
Este domingo comenzó como un gran día para Simón el Zelote. Vio visiones de cosas extraordinarias en Jerusalén para los próximos días, y en eso tenía razón, pero Simón soñaba el establecimiento de un nuevo gobierno nacional de los judíos, con Jesús sentado en el trono de David. Simón veía a los nacionalistas volcarse a la acción en cuanto se anunciara el reino, y se veía a sí mismo en el mando supremo de las fuerzas militares que se reunirían en el nuevo reino. Durante el descenso del Oliveto aun llegó a imaginarse que el sanedrín y todos sus simpatizantes estarían muertos antes de la puesta del sol ese día. Realmente creía que iba a ocurrir algo extraordinario. Era él el varón más ruidoso de toda la multitud. Para las cinco de esa tarde, era un apóstol silenciosísimo, taciturno y desilusionado. No se recobró nunca enteramente de la depresión que lo dominó como resultado de las impresiones de este día; por lo menos, no hasta mucho después de la resurrección de su Maestro.

172:5.11
Para los gemelos Alfeo, éste fue un día perfecto. Realmente disfrutaron de todo, desde el principio hasta el fin, y como no estaban presentes durante la quietud del paseo por el templo, no tuvieron que pasar por la desilusión que siguió al entusiasmo popular. No podían comprender la conducta deprimida de los apóstoles al volver a Betania esa noche. En la memoria de los gemelos, éste fue siempre el día en que se sintieron más cerca del cielo en la tierra. Este día fue la culminación satisfactoria de su entera carrera como apóstoles. La memoria del entusiasmo de este domingo por la tarde los acompañó a lo largo de toda la tragedia de esta semana pletórica hasta el momento mismo de la crucifixión. Era el ingreso triunfal más apropiado del rey que podían concebir los gemelos; disfrutaron cada momento de toda la procesión. Aprobaban plenamente todo lo que veían y acariciaron largamente el recuerdo.

172:5.12
De todos los apóstoles, Judas Iscariote fue el que estuvo más adversamente afectado por esta entrada en procesión a Jerusalén. Su mente estaba en un fermento desagradable debido al reproche del Maestro el día anterior en relación con la unción de María en la casa de Simón. Judas estaba disgustado con todo el espectáculo. Le parecía infantil, aun directamente ridículo. Mientras este vengativo apóstol contemplaba los acontecimientos de este domingo por la tarde, Jesús le resultaba más parecido a un payaso que a un rey. Resentía de todo corazón el entero espectáculo. Compartía los puntos de vista de los griegos y de los romanos, que despreciaban a todo aquel que consintiera en cabalgar un asno o el pollino de un jumento. Para cuando la procesión triunfal hubo entrado a la ciudad, Judas prácticamente se había decidido a abandonar la idea de tal reino; estaba casi decidido a abandonar todo intento de establecer el reino del cielo si los intentos fueran de índole tan absurda. Pero cuando recordó la resurrección de Lázaro y muchas otras cosas, decidió quedarse con los doce, por lo menos por otro día. Además, llevaba la bolsa, y no quería desertar llevándose los fondos apostólicos. Camino de vuelta a Betania esa noche, su conducta no parecía extraña puesto que todos los apóstoles estaban igualmente deprimidos y taciturnos.

172:5.13
Judas estaba profundamente influido por la irrisión por parte de sus amigos saduceos. Ningún otro factor ejerció una influencia tan poderosa sobre él en su determinación final de abandonar a Jesús y a sus apóstoles, como el que le produjo cierto episodio que ocurrió justo cuando Jesús llegó a la puerta de la ciudad: Un saduceo prominente (amigo de la familia de Judas) corrió hacia él haciéndole burla y, dándole una palmada en la espalda, dijo: «¿Por qué se te ve tan preocupado, mi buen amigo? Regocíjate y reúnete con nosotros para aclamar a Jesús de Nazaret el rey de los judíos, que llega a la puerta de Jerusalén montado en un asno». Judas no había tenido nunca miedo de la persecución, pero no podía soportar este tipo de ridículo. Juntamente con la emoción de venganza largamente acariciada, se mezcló ahora este temor fatal del ridículo, ese sentimiento terrible y tremendo de avergonzarse de su Maestro y de sus compañeros apóstoles. En su corazón, este embajador del reino ya era un desertor; tan sólo le quedaba encontrar una excusa plausible para romper abiertamente con el Maestro.